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COLUMNAS

Entre aportaciones y cohechos

Gansadas

Carlos Ferreyra Carrasco

Un día lejano o cercano, deberemos asumir que el ingenio de Andrés Manuel López Obrador, es equiparable al de Eugenio Derbez, el aplaudido histrión cuyas obras emblemáticas están cimentadas en juegos de palabras y en el retorcimiento de su significado. Retruécanos, pues.

En los meses que lleva recorriendo el país en evidente gira proselitista, nos ha hecho adoptar giros y expresiones sacadas de lo más oscuro de su mente, del sitio donde surgió la exclamación elogiando al bicho 19 que nos cayó “como anillo al dedo”.

Hemos escuchado toda suerte de tonterías, más propias de un anciano en proceso de degradación intelectual, que de un jefe de Estado, un hombre consciente de sus deberes y obligaciones más allá de simpatías personales. En este caso ni siquiera por su creación, Morena, sino por sí mismo.

Espejito, espejito, es la imagen que acude a la mente al pensar en el mandatario apenas al sacudirse las sábanas cada mañana.

El partido al olvido, deja que se desbarate porque lo suyo en su grandilocuencia, su hipervaloración, será la de un movimiento de masas, donde en la más pura tradición caudillista, aglutine a las clases privilegiadas, los dueños de hacienda y casi de vidas de los mexicanos; las zarandeadas clases medias en proceso de empobrecimiento y los marginados sociales, cada día más numerosos y necesitados de apoyos, respaldos o limosnas del gobierno nacional.

No hay problema que lo inquiete porque basta su palabra, la sonrisa torcida que comienza a caracterizarlo y el tono desafiante o admonitorio para auto justificarse. No importan pruebas, nunca le importaron, cuando la ley se aplica convenientemente o bajo anuncios sesgados, tramposos.

Entre la infinidad de videos de sus recolectores de fondos, aparte de Imaz y Bejarano, hay que apuntar a una diputada jarocha, Eva, en plena recepción de billetes para, afirma, respaldar al naciente partido morenista.

El don de la oportunidad lo manifestó López Obrador con el nombre de su partido, Morena, como la Santa Patrona de México y de América, la morenita del Tepeyac.

Con tal virtud ha ido escalando, tropezando y siempre saliendo impune. De las muchas gracejadas con que nos deleita o nos irrita cotidianamente la que está de moda se refiere a su hermano Pío, al que quisiera recordar cuando el hoy presidente que había mandado al Diablo las instituciones, mandó al Diablo a su familia.

Entendible puesto que sus hermanos lo describieron como un ser desquiciado, conflictivo.

Pero hoy descubrimos que los fratelos laboraban a la sorda para allegarle recursos para sus veinte años de campaña, sin recursos propios, sin ingresos legales, sin declaraciones fiscales y sin manera honesta de justificar sus gastos y los de sus acompañantes.

Con toda la falsedad posible, se exhibe públicamente a un ser despreciable por donde se le vea, Emilio Lozoya, al que se atribuyen videos y denuncias que no han sido judicializadas. Son golpeteo contra ex mandatarios a quienes se usa para convencer a los votantes de no dar un paso atrás en las elecciones del próximo año.

Los videos de Lozoya, cuya propiedad se ligó a uno de sus hermanos quien lo niega, muestran a empleados del Congreso apilando cerros de billetes dentro de bolsas transparentes para que se vea bien de qué se trata.

No se puede afirmar a dónde fue ese dinero, pero eso sería cuestión de imputar responsabilidades. Lo interesante sería saber quién grabó y con qué intención. Como dato comprobable, el secretario de Lozoya, hoy en las filas de morenismo, es quien hace la entrega.

Aparece la grabación de Pío López Obrador metiendo los billetes en bolsas de papel estraza. Y se escucha que ese dinero para el Peje, será una cuota mensual. No precisa el monto ni los aportantes.

En las mañaneras, el presidente se ha refocilado mostrando el video Lozoyesco, pero del hermano sólo una tenue referencia: lo del ex director de Pemex es claramente corrupción; lo de Pío son aportaciones del pueblo, no es delito ni corrupción.

Y bueno, como sugerencia para la defensa de Lozoya, que demuestre que lo suyo fue un acto de solidaridad al aportar fondos para impedir la depauperización de nuestros representantes en el Congreso. No hay corrupción sino aportaciones solidarias.

Sin duda puede ser que no sepa gobernar, pero ni los inolvidables cómicos carperos le ganarían en un concurso de albures, retruécanos y juegos de palabras…

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