De memoria
Carlos Ferreyra Carrasco
Una de las enfermedades más crueles que pueda sufrir un allegado, es la demencia senil que, paradójicamente resulta infinita mente piadosa con quien sufre el mal.
Quienes rodean al enfermo, familiares o amigos, nunca están preparados para paliar los daños que paulatinamente sufre quien está afectado.
Familiarmente vienen los desajustes ante el problema. Habrá el que rechace al enfermo por sí, otros por el dolor de mirarlo en ese estado y casi todos porque salvo afecto, no saben qué más dar o hacer.
Quien padece de demencia senil nunca lo sabe. Su deterioro es tan lento, tan pasivo, que cada día pierde un recuerdo, una imagen, un nombre, pero no le es importante porque carece de la conciencia.
Tenemos un caso grave y que nos afecta a todos. El presidente de México en una de sus festejadas presentaciones matutinas por televisión, hace un discurso, desarrolla una nueva teoría, por ejemplo el humanismo mexicano, guarda silencio mientras mira a la nada, sonríe y pregunta: ¿qué dije, qué decía?
Ha pasado varias ocasiones, la más notoria en reciente mañanera, en la que no sólo habló del humanismo y sin entender su propio aserto se interrogó a sí mismo. Todo un enredo.
Es evidente que sus ideas son producto de desvaríos del momento. Pretende constituirse en líder del subcontinente, y uno a uno los países del sur rechazan tan peregrina búsqueda de notoriedad
Quiso colarse en organización mundial de salud y fue rebotaron su propuesta como sucedió con su búsqueda de la Presidencia del Banco Interamericano. Nos ganó Brasil por goliza.
Alguna propuesta suya en la ONU para hacer ley universal los conceptos en los que imagina sustentada su política de gobierno, ni siquiera fue rechazada, ningún caso y sanseacabó.
Cuando al fin creyó haber encontrado el camino a la trascendencia histórica de la humanidad, viene su más allegado socio, Pedro Castillo, la riega, da con sus huesos en el tambo y adiós Conferencia Trans Pacífico.
Una de las promotoras de la asociación que sin duda no aceptan las naciones involucradas, era Cristina Fernández, la impresionante poseedora de inconcebible fortuna lograda al amparo del poder.
En ambos casos el mandatario mexicano acusa intervención de los hombres del dinero, atribuye fines políticos y algunas otras zarandajas surgidas de una mente calenturienta.
En el caso de Pedro Castillo que le anunció su intención de asílarse en la embajada Miraflorina, le propinaron al mexicano una sopa de su propio chocolate.
Acostumbrado a toda suerte de florituras vetbales, nunca imaginó que a su compadre limeño lo acusaran por habituales, constantes y cotidianas faltas morales.
Como la moral, aparte de ser el árbol que da moras según Gonzalo Santos El Alazán Tostao, es una cuestión íntima, de medida personal, deberían explicar sin lugar a duda la falta.
Quizá se asomaba al balcón del Palacio en calzoncillos, o hacía ciertos desfiguros condenados inapropiados por el Manual de Buen Comportamiento de Carreño.
En las divagaciones de una mente desequilibrada, obviamente los parámetros morales son distintos. Por ejemplo, si me nombraron tlatoani de las hordas méxicas, el Palacio de Gobierno pasa a mi propiedad virtual.
Así en el reparto de favores y el desvío de recursos destinados a desarrollo o infraestructura, para apoyo, manutención o sobrevivencia de un segmento social marginado.
Segmento al que se retiran respaldos institucionales y hasta servicios y medicamentos para, con ese dinero, financiar obras absurdas. Pero que vivirán con repulsa, en la mente de los ciudadanos.
La maniobra de Castillo, disolviendo al Congreso, los peruanos la atribuyen a un consejo del mandatario mexicano. Allá no se pudo por la rebeldía unánime de los legisladores.
En México ¿podría suceder? En los extravíos del poder y la furia por la oposición a una ley de cumplimiento forzado… dejemos que opinen los opinadores…
