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Los jumentos de Pavlov…

De memoria

Carlos Ferreyra Carrasco

Cuatro años han sido más que suficientes como para que, popularmente, nos hagamos una idea de los Padres de la Patria y sus labores que implican dedicación, estudio y consciencia.

En el ámbito del crimen callejero, cuando se encuentra un cuerpo y no se puede identificar, especialmente si es de apariencia humilde, en el reporte se informa la localización de un diputado en tales circunstancias y su ubicación.

Desde luego la denominación se pierde en el tiempo, pero inicialmente, aseguran los sabihondos, se les consignaba, en abstracto, como representante popular. Y todo por evadir el calificativo de indigente.

Si fuese posible, los así llamados tendrían derecho a llamar a los legisladores como indigentes. Y sería una adecuada nominación, la merecen de acuerdo con el sainete que protagonizan anualmente en la Basílica de San Lázaro.

Recuerdo que en tiempos pasados los legisladores aceptaban pasivamente el aguinaldo legal. Por debajo de la mesa el líder hacía un reparto extra que evitaba espectáculos viles como el que anualmente nos recetan desde hace cuatro años.

Aparte de la impudicia de las manifestaciones de júbilo, hay que anotar el hecho de que el más recalcitrante opositor al gobierno, a la hora del reparto, cual miserable indigente, estira la mano.

Hay dignidad, es obvio. Los gobiernícolas humillan la cerviz y dan las gracias. Los que contribuyen a sostener el cuento democrático, la oposición, recibe el sobre, fulmina con una mirada a quien se lo entregó y se retira sin decir ni Mu ni Guau.

Ni modo la dignidad es primero. Y al caso, los ocupantes de escaños y curules son seres que merecen admiración. Ya se sabe, la vanidad de ser diputado dura tres años, la vergüenza dura toda la vida.

Permanecer hasta cerca de diez horas culiatornillado en un sillón, por acolchónado que tenga el asiento, sólo es comparable con la estolidez y la capacidad de sufrimiento de los mártires católicos.

Y no es lo único, como entrenamiento básico deben poner la mente en Blanco para no registrar argumentos y contraposiciones. Eso, sin perder el sentido de la campanita por la que su dedo, así estén dormidos, se eleva y aprueba.

Esto es producto de una capacitación llamada los perros de Pavlov, animales a los que alimentan previo campanazo. Con el tiempo, comida o no, la campana motiva la salivacion de la bestia.

Así, pues, la vida de un legislador no es fácil, está repleta de sacrificios que justifican las luchas campales por aumentar sus percepciones monetarias. Acción en la que participan todos, sin excepción.

Los legisladores que de acuerdo con usos y costumbres llegan por la voluntad del Señor, no dejan de mirar hacia abajo. Quizá recuerden que fueron pueblo y bueno, actúan en consecuencia.

Recibieron la orden y la acataron sin quitar una coma, como pide el que manda. Aumento del 20 por ciento al salario mínimo, a partir del primer día del año pre electoral.

El comercio sin decir agua va ni esperar bendiciones oficiales elevó sus precios hasta 50 por ciento. Dicen que con el Fin Negro ya fue suficiente. Los curulecos alzan los hombros mientras cuentan su sabrosa billetiza y razonan: los beneficiamos, pero no somos inspectores de mercados.

Corchetito final: en el cuarto de azotea viven dos personas de hábitos frugales. Pagaban poco menos de 400 pesos por consumo de gas. Las nuevas facturas de la misma empresa, Royal Gas, tienen un valor de 1,400 pesos. No importa, vamos bien…

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