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EU, fraccionado; son Estados Unidos de América; Trump hacia el 2024

INDICADOR POLÍTICO

Carlos Ramírez

El primer corte de cifras electorales de los comicios legislativos y estatales en Estados Unidos solo reconfirmó la fractura política y social que siempre ha existido en la nación –el racismo como elemento verificador–, pero que fue potenciado por el modelo puritano de Donald Trump en 2016.

Las primeras cifras del martes 8 de noviembre parecieran reconfirmar los ciclos político-electorales intermedios con beneficios al partido de oposición en turno, frente al desgaste del partido gobernante: el Partido Republicano se consolidó en el Senado y faltan cifras para saber si habría ganado una curul más para tener la mayoría del 51%, arrasó en las elecciones de la Cámara de Representantes y logró mantener el control de las principales gubernaturas que serán potenciales para las elecciones presidenciales de 2024.

El elemento que definió el presidente proceso electoral estadounidense fue la figura del expresidente Donald Trump, quien fue derrotado hace dos años por el presidente Biden y se negó a aceptar el resultado electoral conduciendo al país al asalto violento al Capitolio el 6 de enero de 2021.

Estos datos son fundamentales para entender la lógica de la descomposición política americana: Trump no es un opositor tradicional del modelo pendular que hace oscilar el poder político estadounidense en el péndulo del consenso demócratas-republicanos que en el fondo representan un mismo enfoque imperial. Trump estaría representando el enfoque puritano del siglo XVII que fue expulsado de Europa y arribó a fundar las 13 colonias americanas y catapultar la revolución hacia la creación del imperio de EU que se expandió a sangre y fuego hacia el oeste y hacia todo el mundo.

El gobierno del presidente Biden tuvo oportunidad para dar cuenta de Trump por su papel detonador en la violencia del Capitolio, pero las circunstancias en la distribución del poder y el estado de ánimo violento de la sociedad impidió la gran decisión. El pasado martes 8 pagó el presidente Biden su cuota de indecisión: el republicanismo puritano y ultraconservador –es decir: Trump y los gobernadores Abbott, DeSantis y el senador Rubio– consolidó una mayoría política para potenciar las elecciones de medio término en el inicio de la lucha presidencial por el 2024.

La fragilidad del Gobierno de Biden, la mala gestión social de la pandemia, la crisis económica asociada y la decisión de abrir de manera irresponsable la llave del gasto público para regalar dinero a lo loco perfilaron el agotamiento de la propuesta demócrata encabezada por Biden, en tanto que la inflación, el desempleo y la violencia interna fueron detonadores del voto contra los demócratas.

La falta de figuras demócratas, el agotamiento del liderazgo social del presidente Barack Obama, la edad avanzada del presidente Biden y el fracaso como figura política de recambio de la vicepresidenta Kamala Harris enmarcaron el clima electoral del martes y perfilaron con anticipación la victoria republicana, con el expresidente Trump como el revulsivo político que ha redinamizado la militancia neo-neoconservadora de la derecha ideológica que se cansó de justificar los pactos secretos con los demócratas.

El panorama político de Estados Unidos quedó dividido en cuatro fracciones: los demócratas tradicionalistas con pensamiento liberal, los demócratas aliados a los conservadores tradicionales republicanos, los republicanos neoconservadores que han vivido del pacto político con los demócratas y los radicales republicanos impulsados por la figura antiestado y populista-bonapartista de Trump.

El primer indicio que dejó la elección del martes para el escenario del 2024 fue positivo para Trump y bastante deprimente para Biden y sus aliados no formales en la figura de los expresidentes Obama y Bush. En unos cuantos días, Trump anunciará su candidatura presidencial para el 2024 y esta decisión se convertirá en su chaleco blindado contra cualquier acusación que quieran hacerle por los sucesos del 6 de enero en el Capitolio.

Y quede como nota final el señalamiento de que los demócratas carecieron de liderazgos en acto o potenciados hacia el 2024, toda vez que Hillary Clinton quedó aplastada por el activismo reciente de Trump y la vicepresidenta Harris se ahogó en una responsabilidad incumplida de liderar a los demócratas de un presidente Biden avejentado y perdido en las indefiniciones.

El saldo final de las elecciones quedó a la vista: los republicanos se fortalecieron en su lado derecho y tienen a Trump y tres figuras adicionales como liderazgos dinámicos y los demócratas se hundieron con el lastre de Biden.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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