De memoria
Carlos Ferreyra Carrasco
Poco a poco pero con diáfana claridad se aprecia la actual composición de mandos sobre el país. No se trata de la formalidad discursiva o de lo que dice un papel que contiene una ley, una norma aunque sea constitucional.
Aprovechando la fecha simbólica del sacrificio de los Niños Héroes de Chapultepec, el pasado 13 de septiembre, el secretario de la Defensa pronuncio un discurso que nada tuvo que ver con sus responsabilidades o las facultades de su cargo.
Fue puramente político y peor, partidario, amenazante y en el tono de quien es gobernante, no del encargado para manifestar una idea en torno a un festejo nacional.
Dijo. “Quienes integramos las instituciones tenemos el compromiso de velar por la unión nacional y debemos discernir de aquellos que, con comentarios tendenciosos generados por sus intereses y ambiciones personales, antes que los intereses nacionales, pretenden apartar a las fuerzas armadas de la confianza y respeto que deposita la ciudadanía en las mujeres y hombres que tienen la delicada tarea de servir a su país”.
Luis Cresencio Sandoval, el entorchado de referencia, apareció con un lucidor uniforme de gala tapizado de medallas, seguro recuerdo o meritorias imposiciones por su participación en distintas batallas.
Aunque se le señalo como el militar de mayor grado en la zona donde fueron desaparecidos los pillastres de Ayotzinapa, y en contra de lo señalado en su pseudo informe por Alejandro Encinas, nadie puede afirmar que una de esas condecoraciones proceda de su participación en las escaramuzas de Iguala.
Sandoval, que hoy festeja su santo, es día de los Chenchos, ha logrado desplazar al presidente Constitucional de sus tareas primarias. Lo ha dejado en la comodidad de la aparición publica, el discurso moralino y la diatriba generalizada.
En el rollo cotidiano de quien sólo pide adoración y obediencia, ya ni siquiera hay novedad. Salvo que tampoco hay citas al pueblo bueno y sabio. Eso terminó y no es necesario el calificativo cuando lo que ha logrado es un pueblo domesticado.
Repetimos una frase muy usada en las zonas campiranas, que muestra ahí sí, la sabiduría popular: rodando rodando la carreta, se acomodan las calabazas.
Las calabazas verdes, los aguacates pues, están acomodados controlando fronteras, a cargo de los energéticos que podrán paralizar a la nación, ejercen el presupuesto de obras, de las que están a cargo, y son amos absolutos de toda organización armada.
Con la delincuencia organizada, a la que han mostrado un terror cerval, acordaron la división por zonas de influencia para evitar masacres entre ellos, respetando a los grandes capos.
Mencho, desaparecido, Félix Gallardo a la paz y tranquilidad de un retiro residencial. Ovidio y sus hermanos trabajando al amparo de la abuela en Badiraguato y las matanzas y tiroteos como parte del panorama cotidiano.
Por cierto de la más reciente balacera en Orizaba, no encontré datos de víctimas. Lo mismo ha sucedido con recientes episodios similares, lo que lleva a una duda, si son simulacros sólo para mantener a la población temerosa y encerrada.
Y el colofón: es conocido de sobra el contrato que por 21 millones de pesos mensuales se firmó con un gachupín listo que limpia a los gobiernos de América Latina de incómodos manejos monetarios.
El sujeto en cuestión hizo toda la campaña del hoy mandatario colombiano, al que le quitó el peso de un millón y medio de dólares. Repito: por toda la campaña.
Los mexicanos somos más ricos, más tontos o más corruptos. O todo junto, que es lo que yo creo. Está haciendo la campaña presidencial, que el INE no ve, para Claudia Cheimbaun.
No sólo la parte proselitista o publicitaria, sino que extiende sus garras a la creación de programas de gobierno y planes de protección social para clases desposeídas.
Interrogada una funcionaria de prensa de Cheimbaun sobre el tema, la muy desharrapada negó toda información porque, decidió, “es una cuestión de seguridad nacional”.
Veamos con atención lo que hagan los milicos. Si están de acuerdo en ocupar a Claudia o deciden acogerse a la bondad de una figurilla cada da más insignificante a la que sólo le importa discursear y hacer campañas.
Además de comer garnachas. También con certeza, reclamaran su privilegio de dictaminar la seguridad nacional y no lo haga una empleada de quinto nivel.
No creo, aparte, que nuestras Fuerzas Armadas protesten por la conversión de nuestro làbaro, verde, blanco y colorado, la bandera del soldado cantábamos en la escuela, pero se acabó; pulula la bandera morado, blanco con el escudo y de nuevo morado camote.
La insignia de la Cuarta Transformación sustituyendo a la insignia de la Patria. No reclamaran, no son ni tan patriotas ni tan valientes, ya vimos a un funcionario poniendo cuernos mientras izaban la bandera y se entonaba el Himno Nacional.
Y fue en sus narices…
