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WHITE PLAINS, NY - NOVEMBER 16: In this photo provided by the U.S. Department of Justice, former Soviet military officer and arms trafficking suspect Viktor Bout (C) deplanes after arriving at Westchester County Airport November 16, 2010 in White Plains, New York. Bout was extradited from Thailand to the U.S. to face terrorism charges after a final effort by Russian diplomats to have him released failed. (Photo by U.S. Department of Justice via Getty Images)
COLUMNAS

EU, contra capos. No combatir las drogas

Seguridad y Defensa

Carlos Ramírez

El Gobierno de Estados Unidos estaría enviando, sin querer o queriéndolo, mensajes muy claros de cuál es en la realidad su estrategia contra el narcotráfico, más allá de las declaraciones y programas rimbombantes y de exigencias a otros países.

La exigencia estadounidense de extradición de cuando menos tres importantes capos mexicanos –Ovidio Guzmán López, Nemesio Oseguera Cervantes y ahora Rafael Caro Quintero– no está implicando una decisión de Estado para desarticular, criminalizar y aplastar a los responsables del tráfico de droga –mariguana, cocaína, heroína y ahora fentanilo– dentro de EU, sino que se trata solo de decisiones mediáticas que no han modificado la estructura ni el funcionamiento de los cárteles del narcotráfico al interior de Estados Unidos.

En algunos medios se ha establecido el temor de que el arresto de Caro Quintero pudiera llevar a la decisión mexicana de entregarlo a Estados Unidos y de paso también deportar a Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación en 1984 cuando torturaron y asesinaron al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y hoy director de la CFE como pieza clave del proyecto energético nacionalista del presidente López Obrador–, pero los primeros indicios pudieran estar escondiendo un mecanismo político de negociar de manera subterránea un asunto delicado que afecta la seguridad nacional mexicana.

Por lo demás, es la hora en que Estados Unidos no ha sabido explicar para qué quiere tener a los capos mexicanos encerrados en sus prisiones americanas. Horas después del arresto de Caro Quintero fue liberado en EU un hijo de Ismael el Mayo Zambada –hoy encargado de la administración del cártel de Sinaloa del Chapo Guzmán, padrino de los chapitos y por tanto responsable número uno del tráfico de fentanilo que está matando por decenas de miles a estadounidenses por sobredosis.

Y desde hace meses, las autoridades estadounidenses tienen encerrados al propio Chapo Guzmán y a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública del Gobierno de Felipe Calderón, pero sin que esos encarcelamientos le hayan proporcionado al gobierno americano información sobre la configuración del cártel de Sinaloa que lidera el ingreso de fentanilo y controla la venta al menudeo en más de 3,000 ciudades de la Unión americana. Las cifras oficiales siguen revelando la consistencia e incremento del tráfico y consumo de drogas procedente de México, a pesar de los capos arrestados.

El arresto de Rafael Caro Quintero no tuvo que ver con su papel en el nacimiento y consolidación del muy pequeño Cártel de Caborca que no ha influido en la configuración del mercado del narcotráfico en México ni en Estados Unidos, sino que fue más bien, y muy a destiempo, un acto de venganza política contra el capo mariguanero que fue uno de los dos importantes narcos que decidieron el secuestro, la tortura y el asesinato del agente de la DEA en febrero de 1985. Caro ya había purgado casi el 75% de su condena por ese crimen, pero una maniobra leguleya votada en la Suprema Corte mexicana por los ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y Olga Sánchez Cordero –en contra de la propuesta del ministro Ramón Cossío Díaz de atraer el amparo para evitarle beneficios al capo— facilitó la liberación inmediata del narcotraficante y su desaparición del escenario social casi en segundos.

Los tres principales cárteles que controlan el tráfico y la venta al menudeo de cocaína, heroína y fentanilo dentro de Estados Unidos son el de Sinaloa, el de Jalisco y el de Los Zetas, pero con circunstancias inexplicables: el cártel del Chapo opera sin ninguna interferencia dentro de Estados Unidos, a pesar de que su gran jefe esta sentenciado de por vida en una prisión estadounidense, el Gobierno de EU ha ofrecido recompensa que conduzca a la captura de El Mencho como jefe del Jalisco y de manera misteriosa el grupo criminal de Los Zetas ya no existe en el escenario del narco mexicano y, eso sí, es el tercer grupo criminal que domina el tráfico de drogas en ciudades americanas.

Estos datos llevan a la conclusión de que el Gobierno de Estados Unidos no quiere terminar con la producción, tráfico. venta y consumo de drogas dentro de su territorio y que solo se conforma con evitar la construcción de imperios de poder con jefaturas individuales de cárteles, aunque necesita de las bandas y la disposición de drogas para atender a los 30 millones oficiales de consumidores y muchísimos más extraoficiales que consumen droga que llega a Estados Unidos y se comercializa a la vista de todos.

Cuando el presidente Nixon decretó en 1969 la Operación Intercepción para bloquear el cruce de autos en la frontera californiana con México, su principal argumento ya muy conocido fue que México era el trampolín de las drogas que se producían en Sudamérica y que usaban el territorio mexicano para llegar a la frontera de Estados Unidos, cruzar con tranquilidad una de las zonas binacionales más estratégicas de la historia y distribuirse para consumo en todo Estados Unidos.

Desde entonces, la respuesta mexicana ha sido atender las presiones estadounidenses para combatir cárteles, pero ha insistido en que la demanda de droga por parte de los adictos estadounidenses determina con mucha claridad los diferentes caminos de la oferta de drogas. Por lo tanto, no habrá solución al problema de las drogas en Estados Unidos mientras no exista una decisión firme de su gobierno para combatir la disponibilidad de drogas y el consumo, porque en la actualidad la estrategia estadounidense se agota solo en la atención de adicciones y no en el combate a la compra y al consumo.

El único camino que tiene México para responder a las campañas de desprestigio de Estados Unidos para presentar al gobierno mexicano como el responsable del narcotráfico sería el de argumentar lo que ya viene incluido desde el 2005 en las evaluaciones anuales de la DEA: nueve cárteles mexicanos controlan la producción, ingreso, distribución y venta al menudeo de drogas dentro de Estados Unidos y en los últimos diez años pudieran haber existido, al menos, solo un par de operativos espectaculares pero ineficaces contra los cárteles.

Por ello, el problema del narcotráfico es de Estados Unidos y no de México.

El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no de la publicación.

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@carlosramirezh

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