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CARLOS SLIM CON TELMEX COMPRÓ UNA REPÚBLICA

Secretos del Grupo Carso

JOSÉ MARTÍNEZ M.

Ni en el más delirante de sus sueños, Carlos Slim llegó a imaginar que algún día se convertiría en el hombre más rico del mundo. A partir de la Concesión de Telmex, ganó tanto dinero desde el primer año de la privatización que parecía que había comprado una república. No tuvo reparos incluso en crear el slogan de “Todo México es territorio Telcel”.

Se hizo tan inmensamente rico que todos cabían en su cartera: políticos, expresidentes, intelectuales, artistas y periodistas. Su inmensa riqueza siempre ha contrastado con la desigualdad social.

Slim ha negado que su riqueza provenga de Teléfonos de México. Sin embargo, su principal socio Juan Antonio Pérez Simón en sus memorias Telmex, el imperio de la mente, describe con datos duros lo contrario. Slim se hizo inconmensurablemente rico con la complacencia del gobierno: convirtió a Telmex en un monopolio privado.

“Éramos dos desconocidos”, escribe Pérez Simón, y admite que eran señalados como “especuladores” y “prestanombres”.

“De mí se sabía poco –escribe Pérez Simón– aunque de Slim se tenía una idea más clara tanto en la prensa como en la sociedad. Se decía que después del crack de la bolsa en 1987 había pasado de nómada de las finanzas a coleccionista de empresas, pero lo que nadie podía cuestionar era su éxito en todas las operaciones que encabezaba”.

Pero más allá del “éxito”, se encontraban dos hombres astutos: Slim y Pérez Simón quienes aprovecharon la ausencia de regulación.

SALINAS: GOBIERNOS CÓMPLICES

Para lavarse las manos al tratar de deslindarse de su responsabilidad histórica en la privatización y en el desmedido enriquecimiento de Slim, el expresidente Salinas hizo la siguiente acusación: “Durante casi 20 años Telmex abusó de su posición dominante de mercado. Repetidas violaciones y abusos no tuvieron sanciones graves, como regulación asimétrica ni se exigió separación estructural, de funciones o contable, a pesar de su condición de dominante. La autoridad tampoco exigió que respondiera a las solicitudes de interconexión como establecía el Título de Concesión. El señor Slim resultó un empresario hábil que aprovechó la débil regulación del Estado para establecer la posición dominante de Telmex. A partir de 1995 se debilitó la regulación y al Estado; utilizaron procedimientos poco transparentes de regulación (Cofetel); y claudicaron en la rendición de cuentas (evidenciado también por el Fobarpoa).

“Por bien diseñada que esté una reforma, ésta fracasa durante su ejecución cuando los gobiernos se vuelven complacientes o cómplices de los monopolios privados. Hay regulaciones esenciales y regulaciones innecesarias”.

OCDE: EL MONOPOLIO DE SLIM
Para encontrar una explicación de su súbita riqueza a partir del Título de Concesión de Telmex, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico realizó un estudio sobre los servicios telefónicos entre los 38 países que integran la OCDE. Los resultados fueron abrumadores.

La compañía telefónica de Slim controla en México el 80% del mercado de telefonía fija y 70% de telefonía móvil. Es una empresa con poder dominante en todos los segmentos del mercado (redes fijas, móvil, banda ancha) y en todas las regiones del país. Sus precios son demasiado altos: los usuarios mexicanos pagan más que los de la mayoría de los demás países miembros de la OCDE. El caso de la banda ancha, la más importante tecnológicamente, es el peor: los precios se cuentan entre los más altos y la tasa de penetración es la menor con velocidades muy lentas. Telmex tiene márgenes de utilidad que duplican a los de la OCDE, y a cambio ocupa los últimos lugares en penetración y el último en inversión per cápita. Altos costos, precios elevados, mala calidad, pocas opciones actúan contra el bienestar de todos los mexicanos.

TELMEX, UN MONSTRUO

Para dar una dimensión del tamaño económico de Telmex, al segundo año de la privatización, la telefónica superaba por mucho las reservas monetarias del país, según cuenta Pérez Simón quien subraya que “no debemos olvidar que Teléfonos de México estaba entre las 30 empresas más grandes del planeta” con cerca de 100 mil empleados, la mayoría activos y otros tantos jubilados. Solo Pemex la superaba.

Antes de Telmex, el patrimonio de Slim ascendía a 1,500 millones de dólares, entonces su grupo estaba integrado por Cigatam, Agusa, Reynolds Aluminio, Seguros de México, Bicicletas de México, Anderson Clayton, Euskadi, Loreto y Peña Pobre y Sanborns, principalmente. Era lo que se conocía como Grupo Galas.

De pronto Slim y su grupo irrumpieron como los amos del país. Desde los primeros cinco años de la privatización, la liquidez de Telmex contrastaba con las dificultades financieras del gobierno.

Pérez Simón da una muestra del poderío económico que Telmex representaba bajo la batuta de Slim:

“Llegamos a hacer muchos más cosas con la misma cantidad de dinero de los presupuestos para inversiones que en ningún otro momento de la historia de la empresa. Las inversiones que se hacían en Teléfonos de México eran del orden de tres mil millones de dólares anuales en promedio, cantidad que, en determinado momento, equivalía a las reservas nacionales en baja y que representan, todavía hoy, las reservas nacionales de varios países centroamericanos”.

Pérez Simón renunció a finales de 1995 a la dirección de Telmex pero continuó como consejero de Grupo Carso. Se retiró con varios miles de millones de dólares en sus cuentas bancarias. Se jubiló para disfrutar de la vida. “No quiero ser el más rico del panteón”. En cambio Slim en 2010 –veinte años después de la privatización– apareció en la revista Forbes como el hombre más rico del mundo. Se mantuvo cuatro años consecutivos en el podio como el más adinerado del planeta, gracias a sus ganancias por el monopolio de Telmex.

Slim se imponía como un auténtico poder fáctico. Salinas había creado un Frankenstein del que terminaría arrepentido (El Financiero 16/12/2014).

El pretexto del gobierno para vender Telmex, era presuntamente su ineficiencia. Sin embargo, se trataba de la empresa con el mayor futuro económico y tecnológico. Tan fue así que al darse a conocer el Informe Anual de 1991 de Telmex bajo la tutela de Slim, la Comisión de Valores autorizó una oferta accionaria adicional por parte del gobierno del 4.72% del capital social de la empresa.

Las utilidades netas consolidadas sumaron 7 billones de pesos y fueron 77.5% mayores que las de 1990. El pago de impuestos fue de 4 billones, 18.4% más que en el ejercicio anterior. Los activos de la empresa se incrementaron de 36 billones de pesos a cerca de 39 billones.

A partir del 24 de abril de 1992 los trabajadores sindicalizados de la empresa eran ya propietarios de más de 315 millones de acciones “A” y “L” de Teléfonos de México, pues ese día liquidaron por completo la deuda (300 millones de dólares) que tenían con Nacional Financiera.

 

SLIM COMPRA UNA REPÚBLICA

“Mexicano cuánto cuesta tú país, Slim te lo compra”. Esta y otras frases se dejaron escuchar entre los legisladores y la prensa, donde los más agudos críticos del salinismo cuestionaban la entrega del patrimonio nacional al magnate.

Como personaje de Giovanni Papini en el libro de GOG, La compra de una república, Slim se convirtió en el amo de México.

Cualquier parecido de Slim con el personaje de GOG es mera coincidencia. Escribió Papini:

“Este mes he comprado una República. Capricho costoso. Era un deseo que tenía hace mucho tiempo. Me imaginaba que el ser dueño de un país daba más gusto. La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El presidente tenía el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto de clientes suyos, era un peligro. Las cajas de la República vacías; crear nuevos impuestos hubiera supuesto tal vez una revolución. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República, y además asigné al presidente, a todos los ministros unos emolumentos dobles de los que recibían del Estado. Me han dado en garantía  –sin que el pueblo lo sepa– las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un covenant (pacto) secreto que me concede el control sobre la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el dueño casi absoluto del país”.

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