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LILLY TELLEZ Y EL ESPECTÁCULO DE LA POLÍTICA

Jorge Meléndez Preciado

Ante la falta de ideologías y serias propuestas económicas y políticas, esta última actividad se ha vuelto un espectáculo. Algo que es común tanto en naciones poco desarrolladas como en aquellas donde se insiste que hay una democracia consolidada.

Donald Trump es un gran ejemplo, pero incluso en Alemania, Francia e Inglaterra hay organizaciones que impresionan por su número de seguidores, aunque sus iniciativas sean contrarias a sus votantes.

Marie Le Pen, la fascista, tiene adeptos obreros de la fábrica Renault. Y la derecha italiana acumula grandes votos en la Fiat. ¡Marx sufriría un infarto al saber de esos y otros ejemplos!  

En El Salvador, Nayib Bukele, hace lo que le viene en gana, y ante ellos los Estados Unidos no hablan de restaurar un orden correcto, más bien silban al pasar.

Ante ese panorama, si antes un legislador de izquierda realizaba grandes espectáculos, ahora tenemos a una de derecha que le ha ganado el primer lugar en la lista de los más estridentes.

Se trata, es lógico en este segundo caso, de la ex conductora de televisión, Lilly Téllez, la cual ante cualquier suceso que le parezca importante saca del cajón el lugar común o una aparente gracejada. No es para menos, ya que en su paso como supuesta periodista jamás abría la boca para hacer una pregunta inteligente o cuestionar al funcionario en turno.

No lo digo de oídas, la vi en una reunión con un presidente del PRI, acto en el cual estábamos unos quince reporteros y ella estuvo las tres horas sin siquiera decir: ¡Hum!

Me llamó la atención que Morena la propusiera a la senaduría de Sonora. Pero ya se sabe que para ganar votos se busca hasta futbolistas o boxeadores retirados.

Luego de un tiempo sin hacer nada, Lilly brincó al PAN, donde tiene un coordinador a la altura de su intelecto, Julen Rementería, quien trajo a Santiago Abascal, el líder de Vox, a un encuentro con senadores. Aunque al darse cuenta que la jugada era torpe y peligrosa, la señora Téllez intentó deslindarse levemente.

Pero el colmo fue cuando se presentó la encargada de la Secretaría de Seguridad Pública y Atención Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, quien asistió para hacer un balance del informe presidencial en su área.

La funcionaria llegó junto con el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval; el encargado de la Marina, Jorge Rafael Ojeda; el jefe de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio, y hasta el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

Frente a un informe donde hablaba de logros en varias cuestiones, de la baja al huachicol hasta homicidios dolosos, pasando por robos en diversos sentidos, la mencionada Téllez, lo único que hizo fue entregar un libro de: El Padrino, obra cumbre de Mario Puzo, y repetir una frase dicha antes por Andrés Manuel López Obrador: “Tengan para que se entretengan”.

La respuesta, mesurada pero enérgica, de Rosa Icela fue decir que no hay componendas en este gobierno con el crimen organizado ni acuerdos bajo la mesa. Que la frase “abrazos, no balazos”, tiene sentido porque no se pretende ganar ninguna guerra, sino ir a las causas de esta era homicida: ayudar a los que delinquen por necesidad o impelidos por los grupos mafiosos.

Estoy seguro que Lilly ni siquiera ha entendido la obra de Mario Puzo, que fue guionista de Francis Ford Coppola para su saga de tres películas. En la última muestra, por cierto, como la mafia vaticana está coludida con la italiana, algo que sabemos desde el quiebre y muertes por el Banco Ambrosiano.

Tampoco, la ex empleada de Ricardo Salinas Pliego-quien por cierto recibió exoneraciones de impuestos por más de 15 mil millones de pesos en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto-, ha podido leer a Marcela Turati, Lydia Cacho, Anabel Hernández, Daniela Rea, Cecilia González. Tampoco a compañeros como Alejandro Almazán o José Reveles, este, por cierto, trabaja con Alejandro Encinas e hizo un libro que le queda a modo a Lilly: Las manos sucias del PAN.

Claro, si hablamos de narcotráfico, sería importante saber qué opina la senadora de los casos de Genaro García Luna, detenido en Estados Unidos, y Luis Cárdenas Palomino, preso en México por corrupción, lavado de dinero y otras fechorías.

Estos dos fueron los que se suponía combatían el narcotráfico, aunque estaban a su servicio. Por lo tanto, en esto si se puede más que entretener, ilustrar la vociferante señora panista.

Rosa Icela había dicho que, en este combate contra la delincuencia organizada, quería extender su mano “para trabajar en conjunto con ustedes (los senadores), con todas y con todos, en todo lo que podamos aportar para tener un México en paz”. Y aceptó que lastimosamente el feminicidio había aumentado 11.9 por ciento.

Aunque los oídos de carretonero de la señora Téllez no están para eso.

Hizo bien entonces la inteligente y batalladora por el feminismo, Malú Micher, en que a Lilly fue hacer a un chou de televisión- lo único que tiene ensayado-, y que fue hablar de orejas mientras Téllez las tiene muy largas. Y remató Malú:  quien se sienta con Vox no tiene autoridad para criticar.

Frente a la burla, la provocación y la zafiedad, Rosa Icela guardó la serenidad republicana. Bien por ella. Son los funcionarios que necesitamos en tiempos de estridencia.

jamelendez44@gmail.com

@jamelendez44

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