Carlos Ferreyra Carrasco
Hay quien asegura que las reglas se han hecho para romperlas. En esa estimación deben caer los protocolos, esas desagradables y obsoletas normas que se deben practicar principalmente en el trato entre gobiernos.
Dicho en forma simplona, es de bien nacidos guardar distancias y usar vestimentas que no signifiquen o una confianza que no se tiene, o un desapego en el respeto a los interlocutores.
Cuando la señora Kamala, vicepresidenta de Estados Unidos visitó el Palacio Virreinal, el Okupa la recibió con media hoja de la puerta cerrada, esto es, con el ingreso entreabierto, como cuando en tu casa te cae de sorpresa la comadre.
Sin usar el conveniente bozal -Ella si lo llevaba- caminaron por el patio central hasta el sitio donde celebraron las pláticas de las que supimos, por medios yanquis, que se habló de seguridad y de narco.
De este lado, como es costumbre, se exaltó la cordialidad, el buen trato y la magnífica coincidencia de intereses. O sea, nada.
Además del traje evidentemente arrugado, como de quien se levanta de una siesta, López lució sus heroicos zapatos, testigos de mil caminos de la Patria, pero con el polvo levantado en esos recorridos.
Hoy le tocó a la Tía Tatti visitar la residencia imperial en Washington. Por su atuendo durante la visita, me recordó cuando las señoras se limpiaban apresuradamente las manos húmedas en el delantal y procedían a “darse un peinazo”.
En la segunda gráfica que aquí reproducimos, la funcionaria mexicana llegó con un rebozo o un suéter amarrado a la cintura, como chava de secundaria. La bandera mexicana, de cabeza, simbólica imagen del país.
La disputa en las redes es si la señora debe cuidar su apariencia, no es modelo de ropa, o debe cumplir con su sabiduría para mejores resultados en su misión allá y acá. Por cierto la primera imagen desapareció de las redes.
Creo que es de un barroquismo el asunto que no debería merecer una línea. Conocimiento y respeto pueden ir de la mano. Aunque recordemos que en sus intervenciones públicas la Tía Tatti ha fallado en tal manera que pone en duda su capacidad para el cargo que ocupa.
Uno de sus defensores aduce como punto final, que la fina dama habla “con perfección” el idioma inglés. Lo que nos permite, si esa es su gracia mayor, sugerirle que se dedique a guía de turistas y que no arrastre el casi inexistente prestigio de México.
Queda nada más la sospecha si estos desfiguros son a propósito para mostrar lo poco que nos importa Biden y la relación con su país.
Por un lado, relaciones con Corea del Norte, por hoy el más jurado enemigo del Imperialismo Yanqui y por otro, envío de vacunas y alimentos a Cuba y versiones de envíos de armas y municiones, cuando los gringos deciden apretar las tuercas a La Habana.
No nos sorprenda, pues, la reacción, el coletazo de la fiera que por lo pronto se prepara para ajustarnos las cuentas mediante el T-MEC. Ya lo comentó el mero mero del norte…