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El Ejército mexicano ante una encrucijada  

Víctor Barrera 

Recientemente ocurrió un hecho que nos permite observar que el ejército mexicano empieza su camino a una encrucijada donde lo más probable sea su desaparición a cambio de la institucionalización de una Guardia Nacional.

El decomiso que se realzó, de  casi 3 kilogramos de cristal, una droga sintética con valor de mercado de 83 millones de pesos, que  era transportado en un autobús de pasajeros en el trayecto entre Apatzingán y Buenavista, en la Tierra Caliente michoacana, no es el problema, porque es  trabajo del ejército mexicano, el problema es que  al presentar el decomiso  surgieron fotografías que mostraban que el autobús portaba un logotipo de Morena y que el ejército borro digitalmente al presentar las fotografías del hecho.

La Secretaría de la Defensa Nacional se ha mantenido callada aun cuando han surgido críticas y burlas, algo natural porque cualquier explicación resulta irrelevante. La acción realizada por el ejército fue un hecho que no tuvo que ocurrir, porque no tenía la necesidad de borrar el logotipo si con anterioridad el área de comunicación social del gobierno federal había dado a conocer las fotografías sin ningún retoque digital

Este simple hecho solo muestra que el ejército también ha perdió el respeto propio y se maneja bajo las directrices que emanan del Ejecutivo, aun cuando estos no sean acordes a la disciplina militar.

Esta acción pone en entre dicho la principal responsabilidad del ejército, que es salvaguardar la paz social y soberanía del país, que ahora se ha cambiado por mayor poder y una obediencia ciega al titular del Ejecutivo.

El secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, ha dejado que el ejército sucumba ante el poder que se les ha entregado y a cambio solo muestra una lealtad que puede ser perniciosa, no solo para el ejército, sino para la nación entera.

Es cierto que, en México, el presidente se convierte en el comandante supremo del Ejército, pero esto no debe ser motivo por el cual se deberán cambiar su función para convertir a los soldados en albañiles, en repartidores de medicamentos, en realizar el trabajo sucio de Estados Unidos, conteniendo con fuerza a emigrantes centroamericanos solo porque los generales reciben mayor poder.

La lealtad al presidente debe enmarcarse solo en las funciones principales del ejército, de manera institucional y no caer en complicidad con el presidente.

De seguir así, el ejército mexicano pasara de ser una institución de respeto por las acciones que realiza a ser el grupo de seguridad pública, la cual podría ser   ofendida por la sociedad, como son las policías nacionales y estatales y municipales, porque para López Obrador la idea es desaparecer un ejército que no tiene razón de ser en su proyecto de la 4T.

Ya lo hemos empezado a vislumbrar esto ante la existencia de que la Guardia Nacional se incorpore a la Secretaría de la Defensa Nacional, lo que reducirá las funciones del ejército a las que ahora realiza el cuerpo de seguridad pública y con ello tácitamente se eliminara al Ejercito Nacional.

Esta acción pone en entre dicho la principal responsabilidad del Ejército, que es salvaguardar la paz social y soberanía del país, que ahora se ha cambiado por mayor poder y una obediencia ciega al titular del Ejecutivo.

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