Relevante MX
COLUMNAS

Cuando la naturaleza azota

Socorro Valdez Guerrero

Los recuerdos son vagos. Sólo a mi mente llegan palmeras arrancadas de tajo e inertes junto a postes de luz. Lodo por doquier. Ese huracán amenazante, ahora el “Delta”, me hizo retroceder más de 20 años. 

En aquel tiempo, como hoy, fue notorio el miedo a la naturaleza. Un miedo que aumenta al pensar sobre la decisión en la aplicación de los fondos para desastres.

Y cómo no tenerlo, si con recursos disponibles, en aquella época, el apoyo federal tardó tanto para el auxilio a familias afectadas.

Aún recuerdo ese temor que causaban las inmensas olas, que amenazantes pegaban en el lujoso hotel en el que me hospedaba y devastaba esas humildes viviendas. 

El aire sacudía mi delgado cuerpo y me tambaleaba. Parecía que irremediablemente me elevaría como las hojas y desperdicios que se veían flotar. 

Mi compañero Erick, y yo, nos aferrábamos al suelo. Tomados de un poste para no volar. Parecía irreal y de caricatura. No lo era, la brisa que empujaba el aire era tan fuerte que lastimaba la piel. 

En ese entonces, creo fue el huracán “Pauline” al que nos enfrentábamos. Ya había devastado Oaxaca, después atacaba a Guerrero, aunque no con la misa intensidad. 

Ahora era el “Delta”que sé que enfurecía tanto en Cancún como en Yucatán, donde también derribó árboles, dejó sin luz y hasta buzos tuvieron que entrar en plazas comerciales por el cúmulo de agua. 

En Ixtapa, Zihuatanejo, la furia del fenómeno de hace más de dos décadas, nos dejaba empapados, no traíamos ropa para cambiarnos, pues nos enviaron de imprevisto.

Erick, el reportero gráfico, actuaba de inmediato. Se aferró desde nuestra llegada a plasmar el momento, y yo, observaba estupefacta lo destruido. 

Éramos netamente capitalinos y nuestra primera vez en un huracán. Llegamos como son esas salidas para reportajes especiales, sin saber nada ni a dónde ir, incluso había dificultad para entrar de inmediato a la zona de desastre. No había más equipo que grabadora, pluma, libretas y la cámara de fotografía. 

Tampoco mucho dinero, porque depositarían después los viáticos. El administrativo no trabajaba a cualquier hora como los reporteros. Fueron cinco días intensos. 

Nos enviaron por encargo de don Ga -su personal de confianza así le decía a nuestro director general y dueño de El Heraldo de México, don Gabriel Alarcón-, con quien debíamos mostrar buen desempeño ante lo devastador de “Paulina” por allá de 1997. 

La vivienda de don Gabriel había quedado con serios daños y el gobierno, sobre todo el presidente municipal, no se hacían cargo de ese desastre. 

Los hoteleros y empresarios estaban enfadados por todo lo destruído por el fenómeno y la irresponsabilidad gubernamental. Incluso denunciaban irregularidades. 

En otras zonas de esa región, muchas viviendas,  sólo quedaron como escombros. Erick, “El gordo”, y yo, nos hicimos uno solo. Juntos nos arrojábamos a cumplir el encargo. 

Nos exponíamos y él, en una de esas noches de tormenta, me confesaba su temor por los relámpagos. Cimbraba los ventanales del hotel y la luz deslumbraba. 

El mar era amenazante. Mi carácter, también y lo ubicó: ¡Déjate de pendejadas! Y saca la cámara. Era obvio, los dos por momentos sentíamos miedo, aunque yo traté de no mostrarlo. 

Nuestras habitaciones conjuntas permitía vernos desde el balcón. Salimos ambos y él comenzó a tomar muchas fotografías, y una de ellas, fue en el momento justo, un gran trueno, y la imagen se captó. ¡Eso! Chingón, nos alegramos.

Fue espectacular, tanto que nos dio la portada al otro día en El Heraldo de México. No recuerdo cómo inicié la nota. Aunque en honor a mi compañero, su fotografía, ¡era la nota!

No había palabras o letras que embellecieran más que su gráfica que ocupó media plana, Esa foto lo decía todo. 

Tomó el momento que estábamos viviendo. Al otro día hicimos un recorrido por zonas afectadas. 

Buscamos al presidente municipal -no recuerdo su nombre- y nos recibió. Fue parco. Quiso esconder su incapacidad y nos ofrecía un sobre al término de la entrevista. 

No me sorprendió, lo tomé, lo abrí y Erick sin expresar nada, sólo miraba. Después de ver su contenido, pregunté, ¿y ésto? Es para que tomen un refresco, respondió…

Lo observé, cerré el sobre con el dinero y se lo devolví. ¡Tenga, gracias!, traemos viáticos y la estancia en el hotel está pagada. 

Salimos de su oficina y comentamos el incidente. ¡Paradójico! No traíamos dinero ni para el taxi. Eso sí, comenté a mi compañero: Tipo ¡Pendejo! Erick no decía nada, sólo me escuchaba. 

¡Ahora, a caminar hasta el hotel! Empezamos a reír y a bromear. No nos habían depositado dinero. No traíamos ¡Nada! Y no habíamos ni comido. 

Ah, decía Erick, eso sí, muy dignos y sin dinero para movernos. Volvimos a reír, y le dije, ¡vámonos a comer, traigo tarjeta! Después vemos, a la chingada. Ya cubrimos ese día y nos olvidamos de todo.  

Ahora veo y me preocupan esas familias, esos daños, que aunque menos que otros, los hay. Ese fondo para atender desastres que requiere de decisión y sensibilidad para aplicarlos de inmediato, como no sucedió en Ixtapa, cuando “Pauline” amenazó, igual que hoy lo hizo un “Delta”. 

Con un gobierno federal, que en ese entonces no actuaba tan de inmediato. Con uno que hoy, tan diferente, esperó ese reporte de: “saldo blanco” y desde su palacio, supo “nos fue bien” y “nos tuvo consideración”.

Con aquella administración indolente venida del PRI, de ese partido corrupto, que me hizo reflexionar, que hoy, igual que hace más de 20 años, también son los pobladores los que limpian calles y sufren las pérdidas materiales, y ojalá, no como ayer, se ofrezca ayuda y no se simule el auxilio ni se retrasen los apoyos para restablecer servicios.

Related posts

Uno lo llama “pobrecito hombre” y otro “chachalaca mañanera”

RELEVANTE MX

Trump, sólo anti establishment, no anti capitalista ni anti imperialista

RELEVANTE MX

FENTANILO: CIUDAD DE ZOMBIS 

RELEVANTE MX

Leave a Comment