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El modelo AMLO para gobernar

 Armando Reyes Vigueras

 

Con la llegada de López Obrador a la presidencia, si bien se regresó a prácticas que se pensaban superadas –como ese el caso del presidencialismo avasallante de la época del PRI hegemónico–, también se incorporaron nuevas formas de administrar al gobierno, marcadas por una austeridad que no da lugar a la eficiencia o a recortes que tarde o temprano pasarán factura a los ciudadanos. El “no sé delegar”, es la marca de este gobierno y prueba de un estilo que ha llegado contra viento y marea.

 

Todo en uno

Partamos de una base: para que la 4T tenga éxito, se necesita que su principal impulsor se mantenga en el escenario público, constantemente, a fin de que su sola presencia mantenga el interés en el movimiento y se traduzca en acciones, como se espera que ocurra en las elecciones de 2021.

Lo anterior hace indispensable que el presidente salga en medios y redes sociales de manera constante. Por eso la amenaza de ampliar las mañaneras los sábados y domingos, los continuos reproches de que ejercerá su derecho de réplica y la advertencia de que no lo van a callar.

El costo de aparecer constantemente en medios, con el fin de alcanzar esta meta, se traduce en que el presidente recurre continuamente a la improvisación. El ejemplo más reciente se presentó en el mensaje a las Naciones Unidas con motivo de su 75 aniversario. En el video que grabó, a diferencias de otros mandatarios que aludieron al papel que les toca en el contexto de la pandemia, sólo atinó a hablar de la rifa del avión presidencial, que se va a vender, y que Benito Mussolini se llama así en honor a Benito Juárez.

Así, no es sorpresa que se utilicen temas para que el presidente se mantenga en el escenario político y pueda, aunque diga que no, estar presente en las campañas electorales de 2021. Esta intención está detrás de la rifa del avión presidencial y de la consulta por los expresidentes por delitos cometidos antes, durante y después de sus respectivas gestiones.

Mucho se ha ahondado en la pertinencia de estas campañas, que no reflejan sino la intención de seguir apareciendo en medios y redes sociales con temas que, saben muy bien en Palacio Nacional, le reditúan políticamente hablando.

De acuerdo a Spin Taller de Comunicación Política de Luis Estrada, hasta el 15 de septiembre habían transcurrido 655 días de gobierno, con 452 conferencias mañaneras, las cuales promediaban 104 minutos de duración.

Tal esfuerzo, no se ve reflejado en posiciones relevantes en la agenda de medios, pero lo que se busca es otro fin: que la figura del presidente se mantenga en el ánimo ciudadano y siga siendo un referente.

Incluso en redes sociales, apoyar al presidente es un buen negocio y no por el dinero que pudieran recibir del gobierno, sino por los ingresos que se generan por las vistas en plataformas como YouTube y en mensajes que algunas páginas despliegan a sus visitantes, en los que se invita a leer con encabezados como “AMLO revela su mayor secreto en televisión” o “AMLO recomienda generar ingresos desde casa”.

Así, todo gira en torno al presidente, pero tal situación parece no incomodarle pues da la impresión de que se siente a gusto en cada conferencia mañanera en la que aparece, en los eventos –así sea para inaugurar una kermes– con el pueblo arropándolo.

Si se visita la página de Internet de la Presidencia, se puede apreciar la manera en que se cuida la galería de fotos del mandatario, siempre sonriente, en ocasiones rodeado de personas que lo quieren tocar o estar cerca.

El modelo de este gobierno se basa en una estructura piramidal en la que el presidente lo es todo, él mismo se ha encargado de confirmarlo al decir que no sabe delegar.

Pero es algo que no le preocupa, pues –como reveló en su columna del pasado 24 de septiembre Alejandro Aguirre en El Universal–: “’Que se vayan todos los que quieran’, dijo AMLO en una junta previa a la conferencia matutina. ‘Necesito más lealtad que cualquier cosa, incluso que capacidad. Si se van todos, no hay problema, puedo gobernar solo’”.

Pero una cosa es lo que se piensa que se puede hacer y otra la realidad. A las renuncias de Carlos Urzúa en Hacienda o Jaime Cárdenas Gracia en el Indep –más las que se van acumulando–, la pregunta es si el presidente solo, sin ayuda y sin equipo podrá con el paquete que implica llevar la hacienda pública y convertir en realidad su promesa de acabar, ahora sí, con la corrupción.

También nos lleva a la pregunta de si en verdad escucha a alguien, sea a los moderados o a los radicales, o si está encerrado en una burbuja que él mismo ha creado.

Creer que todo está mal, que todo es culpa del pasado y que toda corrupción es producto del neoliberalismo puede resultar bueno para los discursos de campaña, pero a la hora de gobernar se puede convertir en eso que The Economist publicó, a propósito de la rifa del avión presidencial: “El avión presidencial, símbolo de excesos pasados, es signo de la ineptitud actual”.

@AReyesVigueras

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