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La realidad nos alcanzó como en una película de Terror y Ciencia Ficción

María Fernanda Trinidad Hernández

Siempre me han atraído las películas de Terror y de Ciencia Ficción; sin embargo, jamás pensé que me tocaría, a mis 30 años, vivir una situación parecida a una película en dónde la humanidad lucha contra un virus que no conoce y que ha causado infinidad de muertes.

Y no es por mi situación actual. Porque puedo decir que soy afortunada de tener un techo, trabajo, comida, salud… A mis seres queridos aún conmigo. Es más bien por lo que pasa delante de mis ojos. En mi país y en el mundo.

¿Cómo no sentir empatía con el dolor ajeno? Es imposible. Despierto y pienso en cuantas personas perdieron la vida mientras yo dormía o cuantas personas están hospitalizadas luchando por sobrevivir mientras yo me tomo un café sentada en mi sillón. Pienso en qué estará pasando realmente fuera de la puerta de mi casa y el sentimiento me genera ansiedad, incertidumbre, a veces culpa, impotencia. Intento ayudar de alguna manera, dando despensas, dinero, comida. Pero a la vez sé que eso quizá no sea suficiente.

¿Hasta cuando estaremos conviviendo con un asesino que no podemos ver? Una pregunta que sin duda provoca insomnio. La respuesta de muchos: en cuanto salga la vacuna. Y quizá sí. Pero ¿y las secuelas que esta pandemia dejará? Y no me refiero a las secuelas que provoca el Covid-19 en los supervivientes. Sino a las secuelas sociales y económicas. Hasta me atrevería a decir políticas.

México ya se encontraba en un momento difícil, todos lo sabemos, pero la pandemia ha provocado que el país se rompa aún más. Las autoridades que nos “representan” han creído que engañando a la gente podrían tranquilizar o generar un ambiente más amable.

Pero cuando vemos que los casos diarios se mantienen en cifras altas y simplemente no bajan a un número considerable. Cuando hemos llegado a 72,156 muertes. Cuando seguimos escuchando casos cada vez más cercanos y más comunes. Cuando vemos el desempleo de muchos más. El hambre. Más personas que han perdido su casa. Más niños y jóvenes con una educación truncada, buscando trabajo para ayudar en sus casas.

Es imposible creer que la curva va “aplanándose” o que la pandemia está por terminar. Sus palabras, su discurso, sus entrevistas o comunicados no pueden ser creíbles…no son confiables… ni ellos deben creer en lo que dicen. ¿O sí?

La realidad es que no sabemos hasta cuando estaremos así. Pendientes de salir de casa con gel antibacterial, alcohol, cubre bocas y guantes. Con miedo de abrazar al otro por evitar un contagio de ambas partes. Con la incertidumbre de ser asintomático. Con las noticias aterradoras de nuevas cepas. De nuevos síntomas.

Lo que si sabemos es que es un momento para crear conciencia de nuestras necesidades. ¿Es una necesidad salir a comer a un restaurante? ¿Ir de compras? ¿Ir de viaje? ¿Salir a pasear? ¿Que necesidades tienen los demás? Quizá viéndolas y conociéndolas podemos cuestionar las nuestras y darnos cuenta de lo que es realmente importante.

¿Que prioridades tenemos hoy? ¿Vernos bien o estar bien? ¿Tener mucho o lo suficiente para vivir? ¿Exigir o agradecer? ¿Mirar o contemplar? ¿Qué tanto disfrutamos la vida? ¿A quienes están en ella? ¿Quiénes nos acompañan? ¿Qué momentos son los que más atesoramos?

Quizá no podemos saber como termina esta mala película. Pero si podemos y es nuestra responsabilidad, decidir cómo queremos vivirla y continuarla.

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