Víctor Barrera
El futuro de México en el corto plazo se mantiene en tonos que van más del gris al negro, esto de acuerdo a los analistas económicos que tendría un resultado al final del año de menos 10 por ciento, el más conservador.
Esto deja poco espacio para que los números de recuperación en los próximos años rebasen el 2 por ciento anual, lo que significa un sexenio será perdido y que el cambio prometido por este gobierno no llegara a concretarse.
A esto le debemos sumar la falta de inyección de recursos del gobierno federal, porque son escasos o no han sido encaminados a fortalecer a los sectores productivos.
Pese a que el gobierno federal ha echado mano de todo lo que está a su alcance para obtener recursos de programas y fideicomisos que se habían creado para mantener una estabilidad económica, y aplicar una política de austeridad y ahorro que solamente ralentiza al gobierno, lo vuelve poco efectivo, y no mengua a la pandemia provocada por el covid-19.
Este gobierno sigue perdiendo la oportunidad de sentarse para analizar fríamente las consecuencias que a nivel mundial dejará la pandemia y actuar con estrategia para evitar que el golpe a la economía, no solo nacional sino familiar, sea tan fuerte.
De acuerdo a las últimas cifras de la economía de Estados Unidos, socio comercial de México en T-MEC, sus resultados son negativos, lo que ha implicado una inyección del 20 por ciento del PIB de aquella nación para que sus sectores productivos puedan iniciar una recuperación, mientras que en México apenas se aplica el 0.4 por ciento del capital público, que resulta insuficiente.
Pero a pesar que desde antes de la irrupción del coronavirus ya se veía que la economía no crecería, que el número de pobres no crecería o que en materia de justicia social tendríamos una sociedad más justa e incluyente, con un avance en la impartición de justicia, pues solo observamos una fuerte concentración de poder en el presidente, dádivas y dinero entregado al Ejército fuera de toda lógica republicana, y la cooptación, o destrucción de diversos órganos constitucionales autónomos del Estado, no hubo quien indicara al presidente que esto traería resultados negativos.
Hoy lamentablemente seguimos observando las mismas medidas que no dejan resultados favorables, el gobierno se rehúsa a apoyar a ciertos sectores económicos que podrían ser el tren de la locomotora del crecimiento, pero también existe una negación a asistir con ingresos de emergencia a las familias para poder quedarse en casa y evitar el contagio
Los resultados de esto siguen sumando pobreza con millones de familias afectadas que han perdido en promedio 65 por ciento de sus ingresos. Las empresas tampoco han sido apoyadas en la emergencia, ni siquiera para reconvertirse y ayudar en la lucha contra la pandemia fabricando insumos médicos y equipamiento, y casi medio millón de micros y pequeñas empresas han cerrado.
Este empobrecimiento de la población dejará entre seis y 10 millones de personas en pobreza extrema, 4.3 millones más de jóvenes que no estudien ni trabajen, 12.2 millones de personas de clase media caerán en la pobreza. Que en suma darían alrededor de 90 millones de pobres, casi 40 más que los que había en 2018.
Entonces la preguntas que nos queda hacer es ¿En realidad López Obrador trabaja para los pobres o trabaja para hacer más pobres?