Víctor Barrera
Desde este pasado 1 de julio, se habla del T-MEC, tratado comercial que sustituye al anterior TLCAN que conforman México, Estados Unidos y Canadá, como el elemento que permitirá a nuestro país salir del hoyo profundo en que hemos caído económicamente.
Esto es cierto, pero para llegar a hacerlo realidad México debe estar preparado para, ya lo habíamos señalado anteriormente, poder competir con productividad y calidad.
El T-MEC, traerá otras reglas que al paso del tiempo tendrá que cumplir con el objetivo de satisfacer los requerimientos impuestos principalmente por Estados Unidos.
El primer punto a superar es la aplicación de la reforma laboral, donde se busca desaparecer a los llamados sindicatos blancos que aceptaban sin discusión el acuerdo en contratos laborales que imponían los patrones.
Otro punto es la remuneración que recibirán nuestros trabajadores los cuales deberán ser similares a la de los otros socios, un punto que deberá ser respaldado con modificaciones fiscales para evitar que los empresarios disminuyan su planta productiva para cubrir el pago salarial.
Veamos, mientras que en Estados Unidos un trabajador en el sector automotriz recibe un promedio de 16 dólares por hora, en México apenas es entre 6 o 7 dólares por día, lo que implica una desventaja entre los industriales mexicanos y norteamericanos.
Esto nos indica que ahora si, el gabinete de López Obrador tendrá que ponerse a trabajar para evitar que estas diferencias cierren el mercado norteamericano a nuestro país, y el intercambio comercial disminuya.
Luisa María Alcalde, titular de la Secretaria del Trabajo, tendrá que sentarse con los empresarios y líderes sindicales para llegar a acuerdos que beneficien a los trabajadores mexicanos sin que signifique la reducción de empleos.
La secretaria de Economía, Graciela Márquez tendrá que hacer lo mismo para activar o reactivar las cadenas productivas de valor que permitan que lo que ofrezcan los mexicanos sea apegado a las demandas de sus contrapartes, Estados Unidos y Canadá.
La secretaria de Energía, Rocío Nahle, ahora sí tendrá que trazar un plan de trabajo de su sector para ofrecer los insumos energéticos suficientes para las empresas mexicanas y posiblemente las extranjeras que se asentaran en nuestro país, sin que las reglas se cambien de un día a otro.
Para producir más se hace necesario general las energías suficientes para ello, y el gobierno de AMLO no lo podrá hacer solo, por lo que nuevamente se necesitara abrir a la inversión privada, pero ahora si bajo reglas claras, competitivas y de beneficios para las partes.
Arturo Herrera, titular de Hacienda, deberá establecer una política fiscal y arancelaria que proteja a las empresas mexicanas de ser avasalladas por otras inversiones, lo que significará que el Congreso de la Unión deberá junto con la SHCP deberán establecer una política o miscelánea fiscal que favorezca la competitividad y productividad nacional.
En tanto el gobierno federal deberá enviar a sus mejores abogados comerciales que estén preparados para dirimir los conflictos en este ramo que se vendrán hasta que se asienten las reglas que nos permita transitar en un acuerdo comercial trilateral de beneficio para los países que lo han firmado.
Entonces, el T-MEC, solo podrá ser el motor de crecimiento económico cuando el gobierno federal mire al mercado interno, lo apoye y le permita ofrecer productos de la calidad ya no solo al mercado norteamericano, sino también a los otros mercados donde México tiene acuerdos comerciales como Europa, Asia y Sur américa.
Por último, a todos los mexicanos se nos ha olvidado recordar a un personaje que trajo a nuestro país un desarrollo importante y lo coloco en la vanguardia internacional, me refiero a Porfirio Díaz que con sus políticas desarrollo el ferrocarril, modernizo a la Ciudad de México origino la creación del canal del desagüe que permitió que la ciudad capital dejara de inundarse. Lamentablemente como en todos los gobiernos, gente cercana al presidente se aprovechó de su puesto y derivo en l gobierno de dictadura y tiranía donde los ricos eran los políticos del presidente.