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A volar el ganso

Gansadas

Carlos Ferreyra Carrasco

A volar ganso.. …o la imaginación. El lunes anterior hice un breve relato de mi traslado del estado Ciudad de México, al estado de Puebla de Zaragoza, sierra norte, donde sólo truenan los chicharrones de los huachicoleros.

No lejos de Palmarito, donde se surtieron a los militares y se dieron el lujo de asesinar a un colega roba gasolina, a los pies de un soldado al que luego y vía redes, culparon, condenaron y exigieron el retiro de los verdes.

Al cruzar con dos convoyes militares que además llevaban una ambulancia, di por supuesto que se trataba de un patrullaje de rutina por el peligro de circular por esa zona.

Un par de patrullas a la orilla de la carretera con sus letreros de Guardia Nacional, y sus tripulantes dormitando plácidamente con un sol invernal (frío en la sombra, quemante bajo los rayos) y en obvia vigilia de vigilancia, valga el chiste.

Le echamos la culpa a los huachicoleros, sin recordar que a estos ladrones como a ciertos narcos, los cubre el manto divino de la moralidad presidencial, amparados por el sabio y patriótico apotegma de “abrazos y no balazos”.

Inocentes, creíamos en la versión pejiasna de que no necesitaba escoltas porque el pueblo bueno lo protegía. Si recordamos al poeta cubano Nicolás Guillén, citemos aquello en que reclama al soldado por odiar al ciudadano común.

Pregunta: soldado ¿por qué me odias tú? si tú eres pueblo, lo soy yo… y más o menos por ahí se va. El pueblo en armas contra el pueblo bueno, desarmado.

Visto así, el pueblo bueno con disfraz verde olivo es la garantizada seguridad de quien no quiere escoltas pero cuenta, desde los tiempos de gobernador capitalino, con un cuerpo de élite adiestrado en Israel.

Me cayó el veinte. Don Peje hacía una gira por los estados de Puebla y Tlaxcala, exacto por donde me topé con las patrullas castrenses.

Iba a desaparecer el Estado Mayor Presidencial pero debió estrellarse con la realidad: ninguno de sus cotidianos sirvientes tiene capacidad ni entrenamiento logístico para organizar y garantizar el éxito de los viajes campañeros del mandatario.

Consecuencia, el EMP subsiste aunque esté agrupado bajo denominación distinta. Y no era patrullaje sino escoltas abriendo caminos la primera caravana y cuidando el trasero de la comitiva presidencia la segunda.

Nuevamente el mandatario recula obligado por una realidad a la que intenta siempre imponerse. Y en ese afán tuerce toda la información que lanza al ciudadano común envuelta en falacias, mentiras francas y de plano ilusiones desquiciadas.

Todo igual que con los gobernantes de otros partidos. Las instituciones de control social se mantienen mientras se desarman las que garantizan la buena marcha de una democracia que a estas alturas sólo está en la imaginación de sus partidarios. El resto, ya lo dijo, contra nosotros, no tienen iguales garantías.

En periodismo una volada es una noticia inventada. Y el ganso vuela como lo hizo apenas el viernes, cuando apabullado por las críticas, decidió visitar un hospital. Recorridos por Dos Bocas, banderazo al Tren Maya representado por un vejestorio de finales de la Revolución pero ninguna atención para los que se juegan a diario la existencia en los centros de salud.

El presidente visita los confines de la patria, sólo que él es la encarnación rediviva de tal figura sagrada: la Patria soy Yo y el que no lo acepte será condenado por el pueblo que pronto contará con los medios para ver, denunciar y orientar, si fuese el caso, a los descarriados anti T4.

Mientras elude lo que no resulta ideal para sus fines campañeros. Por extraña razón, en ese renglón están Salud, cultura y educación. De allí el desinterés tanto por la plaga como por las víctimas de la ya descontrolada epidemia.

Hubo incontables expresiones de disgusto por esa actitud del mandatario. Se vio obligado a tomarse la fotografía en una sala hospitalaria, pero se trataba nada más de mostrarlo con enfermos. Como se trataba de exhibir al jefe del Ejecutivo Federal, el marco era cualquiera. Con su presencia dejaría pletóricos de placer a sus fieles.

Dos gráficas, en una se ve a uno de los gordos que lo cuidan, con tapabocas, en albísima estancia, con ropa de cama envidiable y con enfermeras o médicos vistiendo los trajes sanitarios, todavía oliendo al empaque de donde los acababan de sacar.

Las camas vecinas vacías, el caprichudo sin bozal igual que sus acompañantes, entre ellos el secretario de Salud de quien se dudaba que deveras existiera, agarrado al marco de una puerta, como niño travieso.

En la segunda estampa no se molestaron en ocupar a un Cristiano para el papel de víctima del virus, mal colocaron ropa de asilado y se fueron con su concierto a otro lado.

Fueron los aguacates quienes se percataron y previeron las críticas, así que lanzaron un comunicado comentando que el presidente había inspeccionado un hospital dentro del programa de atención que brindarán las Fuerzas Armadas.

Casi la libraron, la cuestión es que ya incluso se conocía el inefable boletín de Prensa que, como es costumbre, fue elaborado con los glúteos y sin consultar las fotos que lo acompañarían…

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